El confinamiento como restricción a las libertades individuales que en esta crisis sanitaria se están implantando en todo el mundo, debe llevarnos a la reflexión de cómo los Estados desde hace décadas de manera silenciosa vienen controlando el desarrollo físico y psíquico de las personas a través del ejercicio político; ejercicio que casi nunca es ético o se viste del color del signo partidista que controla el Gobierno. Estas prácticas estatales que afectan directamente el desarrollo físico de los individuos se define como Biopolítica.
Este término se empieza a acuñar en los años 60 donde intelectuales, artistas y jóvenes de todo el mundo cuestionan los límites del poder y discuten sobre las libertades individuales, en este clima de cambio cultural, hay un pensador que revoluciona los estudios sobre la sociedad, obsesionado por los modelos de disciplinamiento instala una nueva terminología: “la Biopolítica” para describir escenarios conocidos, analiza el funcionamiento de los manicomios, las cárceles, los hospitales y los asilos de ancianos, estructuras que lo llevan a redefinir los sistemas de poder instaurados y aceptados socialmente. Es así como en medio de la hoguera revolucionaria el filósofo francés Michel Foucault se convierte en el pensador más célebre del mundo, modelo del intelectual versátil y polifacético sus ideas inesperadas incomodan a la derecha y a la izquierda.
Hijo, nieto y bisnieto de médicos tenía un destino marcado pero su negativa a seguir los mandatos familiares le género profundas amarguras, a una edad muy temprana descubrió su homosexualidad y también su profunda empatía por los seres que se mueven en los márgenes de la sociedad.
Digno exponente de la modernidad su objetivo fue iluminar las zonas de sombra de la sociedad y al mismo tiempo celebrar con alegría lo que llamó "la fiesta del pensamiento”, sus estudios del sistema de poder parten del análisis de las cárceles, toma ese modelo de disciplinamiento social y lo amplía de manera inquietante a todo el espectro de los estudios sociales, entre sus múltiples intereses pone énfasis en la relación entre el poder y el saber. A partir del tópico “saber es poder” se pregunta: ¿cómo actúa el saber para articular el poder? y si un grupo de poder establece que es la verdad, pero como no existe una verdad absoluta, ¿entonces qué significa saber?, el saber es lo que un grupo de gente comparte y que decide que es la verdad, la verdad define lo correcto y lo incorrecto, la bondad y la maldad, lo normal y lo patológico, a través de esta verdad el poder disciplinario controla la voluntad y el pensamiento en un proceso que él llama “de normalización”, normalizar implica enumerar y controlar a los individuos para que cumplan su rol dentro del cuerpo social. y cómo se normaliza a un cuerpo social?, “por medio del lenguaje”
Estas reflexiones están incluidas en La arqueología del saber (1969) donde afirma que aunque nos parezcan naturales o evidentes los saberes o discursos son fruto de determinadas condiciones, las prácticas sociales han creado un lenguaje que se apoya en definir a algo por su opuesto, este lenguaje define al discurso, la palabra discurso alude a cualquier cosa escrita o dicha, pero Foucault le da además un sentido específico: “discursos son los escritos pertenecientes a una área de saber técnico y provisto de un saber específico” estos temas los amplió en otro de sus grandes aportes teóricos: Las palabras y las cosas (1966).
El discurso sobre la locura producido por psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales y otros expertos define la locura como anormal, la locura es anormal por lo tanto define la normalidad, que los anormales sean excluidos no significa que no sean importantes, la gente normal se ocupa de estudiar la anormalidad de manera incesante y obsesiva. A través de la anormalidad por lo tanto se establecen las relaciones de poder en una sociedad. La persona normal tiene poder sobre la anormal, el psicólogo define al loco, los médicos a los pacientes y los abogados somos la contracara de los delincuentes.
A principios de los años 50 empieza a escribir Historia de la locura en la época clásica (1967), la locura implica la exclusión de cierta gente a través del confinamiento y el encierro. en lo que llama “el gran confinamiento” describe que en el siglo XVIII uno de cada cien parisinos fue encerrado, locos criminales y hasta epilépticos fueron confinados, en una absoluta violación de sus derechos.
En Vigilar y Castigar (1975) Foucault describe los pormenores del suplicio y descuartizamiento de un condenado en 1757 en parís, ese espectáculo horroroso cambia en la modernidad democrática con una solución más civilizada: la cárcel. Foucault cree que las prisiones fascinan porque ciudadanos sin reprochables pueden ejercer o permitir el encierro, el castigo y el aislamiento lo que él llama “el mal sin límites”, la sociedad no sólo tolera, sino que exige que al delincuente se le haga sufrir. El formato de las cárceles se expande luego a los asilos y los hospitales y finalmente a la institución escolar.
En Micro física del poder (1978) Foucault afirma que el capitalismo se perpetúa gracias al ejercicio de poderes que se hallan presentes por todo el cuerpo social, lo llama “micropoderes” el poder no pasa por el enfrentamiento entre dominantes y dominados como decía Marx, según Foucault “el poder está presente en cada parte del entramado social, el Estado y los grupos sociales hacen uso del poder ejerciéndolo de manera sutil en instituciones, espacios productivos, organizaciones políticas, vínculos familiares y lasos íntimos”, esta reflexión lo condujo a forjar el concepto de “Sociedad disciplinaria” donde solo las mentes y los cuerpos disciplinados pueden garantizar la productividad, la aceptación de las normas y el pensamiento metódico requerido por el capitalismo occidental.
Este modelo de “las sociedades de control” cambio con la llegada de la posmodernidad y se transforma más profundamente con la llegada de las redes sociales actuales pues el control está depositado en la seducción, el hedonismo del consumo e incluso en las biotecnologías. Para definir este ambiguo sistema de relaciones entre el poder y la vida cotidiana creó el término “Biopolítica”, Foucault plantea que la ideología requiere del control del cuerpo del individuo. En este sentido va un paso delante de la teoría del control social, pues para la sociedad capitalista lo que importa ante todo es lo biopolítico. La función de la biopolítica es tratar de que los cerebros se autorregulen ósea que tengan autocontrol, se define entonces a la biopolítica como la implementación de acciones políticas sobre la vida tanto en cuerpos individuales como en poblaciones, el estado y las teorías económicas se ocupan en potenciar las capacidades biológicas e intelectuales de los individuos, por eso vemos como la familia tipo y el control de la natalidad se adecuan al concepto de producción capitalista, el objetivo del biopoder por lo tanto es la gestión total de la vida.
La biopolítica es la expresión más pulida del capitalismo y fundamento del neoliberalismo. Es el mercado quien verdaderamente toma decisiones desmembradas sobre los individuos con toda autoridad, en este esquema los individuos no cumplen ningún papel pues no se trata de la explotación obrera que denunciaba Marx sino de la exclusión progresiva de masas de indigentes a los que se les niega la identidad.
Según Foucault las relaciones de poder varían debido a la resistencia, la libertad ética es un modo de resistencia a la trama de la biopolítica, coincidiendo con lo que un siglo antes había dicho Friedrich Nietzsche “el hombre de la modernidad es un ser centrado en sí mismo incapaz de grandes deseos dedicado a preservarse y a evitar el dolor”.
Esta idea de que el poder es una red compleja, multidireccional, discontinua y azarosa define claramente el escenario pandémico en el que nos encontramos y nos cuestiona sobre las políticas que el Gobierno toma en materia de libertades individuales, pero también nos lleva a reflexionar sobre la oposición que debemos hacer a estas políticas que nos moldean y controlan físicamente a capricho de Gobernantes.
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